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noviembre 28, 2020

El estrés es dañino: ¿Qué estamos haciendo para reducirlo?

Seguramente hemos leído o escuchado por diversos medios, que el estrés es dañino para nuestra salud física y mental, pero ¿somos realmente conscientes de por qué es así?

Y si la respuesta es afirmativa, ¿Qué estamos haciendo para reducirlo? Subrayo la palabra conscientes porque el estrés es un proceso automático (liderado por nuestro sistema nervioso vegetativo) e inconsciente, que se activa en nuestro cerebro enviando una señal de peligro al cuerpo para que este se prepare para las dos reacciones más instintivas y primitivas que existen: “lucha o huida”.

En un primer plano, y obedeciendo a nuestro instinto natural de supervivencia, el estrés es funcional y adaptativo. Sin embargo, cuando el estrés permanece en nuestro cuerpo aún cuando el peligro ha desaparecido, químicamente el estrés comienza a intoxicar nuestros procesos con la continua señal de neurotransmisores y sobreproducción de hormonas; todo ello alternando el sistema endocrino, inmunológico, neuronal y, por supuesto, conductual.

Ante la percepción de peligro, el cerebro envía una señal a las glándulas suprarrenales para generar glucocorticoides (cortisol), adrenalina, norepinefrina (catecolaminas), activando la señal de alarma y nuestro metabolismo se prepare para la batalla.

Si nos remontamos a la época de las cavernas, cuando el ser humano requería de este proceso para evitar ser devorado por un mamut, el estrés realmente cumplía su función de mantener viva la especie a través de una conducta adaptativa. Sin embargo, con la evolución del ser humano en la era moderna, cambiamos la percepción de peligro por situaciones más cotidianas.

Por ejemplo, el riesgo de ser reprendido por el jefe, el miedo a una actividad nueva para la cual no nos sentimos capacitados o competentes o una charla incómoda que evitamos con nuestra pareja, familia, amigos o compañeros de trabajo. Ahora agreguen a esta ecuación la incertidumbre por el futuro inmediato y el presente cotidiano: un virus que pone en riesgo nuestra salud y la constante exposición de nuestra privacidad al entorno laboral a través de videollamadas o juntas (para todos aquellos que practican teletrabajo o estudian en casa)

Ese continuo estado de estrés no decae, es inconsciente, progresivo y, sobre todo, degenerativo.

  • Cuál es el rendimiento productivo de una persona que esta continuamente expuesta a este nivel de estrés?
  • ¿Qué porcentaje de atención y concentración logra tener al estar involuntariamente luchando con estos químicos que alteran el estado bioquímico del cuerpo y la mente?
  • ¿Qué tan seguras son nuestras acciones en este modo automático que opera nuestro cuerpo?
  • ¿Confiarían una cirugía a un médico que esta distraído o tiene problemas de atención por un conflicto interpersonal?

 

Entonces, ¿por qué nosotros si nos permitimos operar nuestra vida con ese descuido? Las funciones bioquímicas en nuestro cuerpo operan más rápido de lo que logramos percibir. Pero, ¿qué podemos hacer ante tal estado autógeno del cuerpo? Sencillamente, realizar un entrenamiento autógeno que se ocupe involuntariamente del estrés a través del ejercicio físico.

¿QUÉ ES LA RESILIENCIA?

La capacidad dinámica del ser humano para hacer frente a las adversidades superarlas y ser transformado por ellas”. (Grotberg, 1995) .

El enfrentamiento efectivo ante eventos y circunstancias de la vida severamente estresantes y acumulativos”. (Lösel, lieneser y Köferl en Braming 1989)

La resiliencia es una cualidad mental” explica Alexandre Coffin, Director de Walters People. “Es la capacidad de responder y recuperarse rápidamente de las dificultades para garantizar su resolución, la capacidad de nunca darse por vencido”. La habilidad para lidiar con la incertidumbre es un rasgo importante de resiliencia. Como explica Coffin: “Las personas resilientes son capaces de priorizar estratégicamente y de mantener una visión de largo plazo, mientras existen desafíos inmediatos que se han de resolver”.

RESILIENCIA PARA AUTO-PROGRAMARNOS

Se ha demostrado que el ejercicio regular, ya sea autógeno o planificado, mejora el estado afectivo que regula las emociones, disminuye la depresión y la ansiedad, incrementa las funciones cognitivas superiores, como el aprendizaje, la memoria, el análisis, la concentración, la síntesis, el lenguaje y, sobre todo, la antes mencionada resiliencia. Ésta es una habilidad altamente apreciada debido a los altos requerimientos de adaptación a los cambios en nuestro entorno laboral, familiar y social.

El cuerpo adquiere una auto-programación, que permite autorregular los niveles de estrés y disminuirlos de forma inconsciente y automática, de la misma forma en que se generaron; desarrollando así, una resiliencia involuntaria.

Entonces, ¿nuestra resistencia al cambio puede ser modificada mediante la actividad física antes que la actividad cognoscitiva? ¿Es posible que nuestro cuerpo logre entrenar nuestra mente para generar resiliencia?

En la bibliografía recomendada, los autores Nabkasorn C, Miyai N, Sootmongkol A, JunprasertS, Yamamoto H, Arita M, Miyashita K. lograron medir la correlación entre un perfil biológico que presentaba niveles más bajos de cortisol, actividad parasimpática, bajos factores de riesgo metabólicos y cardiovasculares, con la presencia de conductas resilientes resultó estrecha de manera significativa (1).

El ejercicio en algunos casos, tiene el mismo efecto o mejor que otras intervenciones, como la terapia cognitivo conductual. Sin embargo es importante resaltar que para padecimientos como la depresión, ansiedad entre otros trastornos psicológicos, se debe de consultar a un especialista antes de hacer cualquier cambio en su tratamiento farmacológico.

Entonces, ¿hemos logrado ser conscientes de nuestro estado de estrés? ¿Somos resilientes?

 

Escrito por: Gabriela Patiño, Gerente General de Moldeamiento Organizacional

Fuente: ORH

 

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